No todos los hábitats están diseñados para buscar el máximo de confort. Algunos confunden el postín con el gusto o embalaustran escaleras hasta el cielo, otros son tan económicos que agobian. El gusto está condicionado social, cultural y geográficamente, de ahí la tendencia compulsiva de los canarios hacia la autoconstrucción y la concretera. Si a ello añadimos una política urbanística ultra liberal sale lo que sale: surrealismo puro. Antaño fue el papel pintado y la formica, hoy el bloque pelado. Aunque más de uno usara el papel para tapar agujeros y humedades, urgía ser modernos a toda costa y había que copiar al hombre blanco. Pero los viejos tenían razón: las paredes deben orearse. Afortunadamente ya no vale tener un comedor muerto de risa por si algún día llega una visita que merezca el honor de emporcarlo. Tampoco hay espacio. Ahora la gente busca que su hogar no le sea ajeno y vuelca en él todo su ser. Las paredes y la decoración te delatan. Tus abuelos y sus aperos aparecen en las paredes.
A mí me va el estilo rústico tecno-bereber. Consiste en paredes blancas, barro en forma de piso y de cerámica canaria, maderas de distintas tonalidades alejadas del brillo y electrodomésticos de acero. El barro canelo adquiere su auténtica dimensión sobre una pared irregularmente blanca y una madera de color madera. Nada puede ser cantoso. Ni siquiera la destiladera, que es lo último en ecología urbana. Sirve el estilo majorero o el de mi abuela: encajar la pila en la pared o entre dos palos de tea y poner debajo la talla o bernegal. Se le echa agüita del chorro y como su propio nombre indica se destila. En eso consiste lo rústico tecno-bereber, en no consumir plástico. Tampoco valen las cortinas del conde Drácula. En cambio, el echadero es fundamental. Es, junto a la cocina, el espacio más tolerante de los neo-bereberes. Sin echadero no hay hogar ni armonía. Los naifes y la lata del gofio se usan, y la pintadera despistada marca el territorio.
A pesar de ello, he de reconocer que el hormigón desnudo no me desagrada del todo. Es como si estuvieras en un guachinche con, al menos, una pared sin encalar y otra blanca o de color sobrante. Por ejemplo, si no fuera por la cantidad de hormigón que tiene, por dentro, la sede de presidencia parecería un guachinche. Todo es de hormigón sobrante de alguna infraestructura y de piedra de alguna sorriba. El gusto decorativo de los que allí habitan es fiel a su estilo, mezcla de cemento y basalto con piedra de Tindaya. Eso sí, la balconada de tea es impresionante. Guardada y numerada escrupulosamente pieza a pieza, pertenecía a la antigua casa de los Hamilton. Por eso se conservó, porque era de un palacio de ricos. Si hubiera sido de los hijos de magec se hubiera podrido, como le ocurrió a la casa con Drago centenario de San Bartolomé de Geneto, que se derribó para adosados. El ayuntamiento de Aguere no hizo nada por el conjunto, no tenía subvenciones por patrimonio de la humanidad, no era un drago de gente fina. Total, mientras los pobres no pueden mover una teja porque afecta al entorno, los ricos especulan en la acera de enfrente. Surrealismo del país.
El individualismo, elemento constitutivo del liberalismo burgués, se opone al estilo rústico tecno-bereber. Por qué, pues muy sencillo, los rústicos necesitamos que el vecino tenga una llave por si acaso. Da igual que vivas en un edificio o en una casa terrera. No hace falta que sea un familiar, sólo alguien en que puedas depositar tu confianza. Si a la vez tú tienes su llave, la comunidad es recíproca. Y es que las necesidades identitarias colectivas pasan por la comunidad. Aquí, la ventolera y los airones son los responsables de la mayoría de los portazos con las llaves dentro. Para eso también estamos los vecinos, para tener tu llave, no sólo para molestar. Si te da un dolor a media noche llamas al vecino. El 112 es muy frío y, en todo caso, el control social siempre puede ser democrático y necesario. Por último, el elemento rústico comporta la tenencia de un animal, preferiblemente una cabra en la azotea aunque, en su defecto, vale un pajarito. No valen iguanas, ni perros de piso.
Francisco Déniz Ramírez.
Miembro de Alternativa Si Se Puede por Tenerife.