HORA NACIONAL CANARIA [GMT]

lunes, 25 de agosto de 2008

Ciclo de conferencias "Güímar: 1400-2008"

- 2 de septiembre. "Geografía del presente: Mar, naves y tabaibal"
19.30 h. El Polígono Industrial “Valle de Güímar”.
Carlos L. Agulló Martínez. Ex-presidente de la Asociación de Propietarios del Polígono Industrial y ex-gerente de Proitesa.

20.15 h. La Reserva Natural Especial del Malpaís.
José Carlos Mesa Acosta. Profesor de F. P.

- 3 de septiembre. "Cabañuelas y caminantes"

19.30 h. Los caminos verticales.
Fermín Gigante Carballo. Geógrafo.
20.15 h. La Virgen de la Luz y la Virgen de las Candelas.
José María Mesa Martín. Ldo. en Bellas Artes y Ldo. en Geografía e Historia.

- 4 de septiembre. "La Bajada del Socorro y el manto cifrado"
19.30 h. Camino del Socorro, camino ritual.
Javier Eloy Campos Torres. Lcdo. en Bellas Artes y Profesor de la Escuela de Arte “Fernando Estévez”.
20.15 h. Chaxiraxi, la madre cósmica.
Ignacio Reyes García. Dr. en Filología y Ldo. en Historia.

Del 29 de agosto al 5 de septiembre, de 18.00 h. a 24.00 h., estará abierta una exposición de fotografías de la Bajada del Socorro.

Lugar: Salón de actos de la Sociedad Recreativa y Cultural Casino de Güímar.
Entrada libre

sábado, 23 de agosto de 2008

Agache se plantea crear un municipio y partido político propios

Las asociaciones de vecinos de Agache se reúnen hoy para debatir, entre otros asuntos, la propuesta del colectivo de El Tablado para la segregación del municipio de Güímar, por "el estado de abandono al que tiene sometida la comarca". Otro de los asuntos que se llevarán a esta reunión es la creación de un partido político de carácter asambleario, para que "represente a los vecinos de Agache en las decisiones que nos afectan, según explicó el vicepresidente de la asociación de El Tablado, Gerardo de la Rosa.
De la Rosa señaló que, "para defender los intereses de la comarca hasta que decidamos si nuestro futuro es seguir junto a Güímar", se plantea una federación política, que defenderá en los plenos las decisiones tomadas en las asambleas de vecinos. Las ocho asociaciones actuales conformarán un concejo consultivo e intermediarán entre los ciudadanos y el partido.
También se ha acordado que ninguno de los miembros de estas asociaciones de vecinos irá en la plancha electoral, que "estará integrada sólo por los jóvenes del municipio y en función del perfil académico".
Un gran tagoror. Está previsto que la primera de las asambleas de vecinos se celebre a finales de este año, "un gran tagoror en el campo de lucha de El Escobonal, en el que también se explicarán "los motivos reales e históricos de las razones de la segregación de Güímar, para lo que ya trabajamos recabando toda la información sobre el pasado de nuestro pueblo", señaló De la Rosa.
El portavoz vecinal explica que, aunque existen numerosos trabajos académicos sobre la zona, el nombre de la asamblea general de los vecinos está sin determinar, "dada la falta de unanimidad histórica sobre lo que significa Agache, Escobonal y Chimaje. En ese sentido, ya hemos pedido a la Concejalía de Cultura de Güímar que se realicen unas jornadas técnicas, para que historiadores y expertos aclaren el pasado histórico de nuestro pueblo", del que se conocen importantes y diferenciados asentamientos aborígenes y, ya a principios del siglo XX, una notable influencia del socialismo y del anarcosindicalismo entre su población.

Fuente: La Opinión de Tenerife

martes, 12 de agosto de 2008

Violencia y dictadura franquista en Canarias

Existe un amplio consenso entre historiadores profesionales en torno a la caracterización de la dictadura franquista como un régimen sustentado en la violencia. El régimen dictatorial surgió de un golpe de Estado frustrado que derivó en una guerra civil de exterminio y se consolidó a lo largo del tiempo manteniendo a la represión y la coacción como dos de sus más firmes pilares. Además, la dictadura murió matando (los cinco últimos fusilamientos se produjeron el 27 de septiembre de 1975). De hecho, los años de la guerra civil y de la posguerra son, sin lugar a dudas, los momentos de mayor generalización y aplicación de la violencia política en la historia de España.
Canarias no fue una excepción y las diversas manifestaciones de la violencia represiva se proyectaron y pesaron como una losa en las personas y conciencias. El plan de exterminio y el resto de las «políticas de la victoria» se aplicaron en el Archipiélago como en cualquier otro lugar de España, así como la permanencia de las prácticas represivas y la generalización de la coacción sobre los vencidos.
Las caras de la violencia
La represión y la violencia comenzaron con el golpe de Estado y la proclamación del estado de guerra por parte de los militares sublevados. Desde que se fue fraguando la conspiración contra la Segunda República se planteó que el golpe debía ser violento en extremo para garantizar su éxito y lograr crear un clima de terror que paralizase cualquier tipo de resistencia. La instrucción reservada número 1 del general Mola (firmada en Madrid el 25 de mayo de 1936) decía que: «Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas».
Los sectores sociales que apoyaron el golpe de Estado tenían un interés especial en que el contenido de esa instrucción se cumpliera, y se aplicaron en las tareas de represión y delación de manera entusiasta. Los sectores dominantes de la sociedad canaria y los grupos más reaccionarios fueron radicalizando sus posturas durante el transcurso de la etapa republicana. El importante ascenso del movimiento obrero unido a la crisis económica mundial -que afectó especialmente al Archipiélago por su dependencia de los vaivenes de los mercados extranjeros- propiciaron una escalada de conflictividad social y laboral desconocida hasta ese momento y determinaron la radicalización de las derechas y de la gran mayoría de la burguesía isleña hasta hacerlas optar por la destrucción del régimen democrático, de las organizaciones políticas y sindicales obreras o situadas en la izquierda del espectro político, y de sus conquistas. Esto explica que las medidas represivas fueran aplicadas mayoritariamente sobre personas de la clase trabajadora y, en menor medida, sobre elementos de la pequeña burguesía de ideología liberal-republicana.
A estos factores políticos y económicos se debe añadir que los sectores sociales que secundaron el golpe, además, veían en las leyes republicanas (por ejemplo las de carácter secularizador y educativas) y en las actividades del movimiento obrero una amenaza frontal a su sistema de creencias y a la idea de orden y jerarquía social que defendían, lo que exaltó aún más, si cabe, su actitud beligerante contra el sistema democrático y produjo una mayor movilización política.
A lo largo del verano de 1936 la maquinaria represiva se consolidó y se convirtió en un sostén fundamental del nuevo estado de cosas. Desde los primeros momentos se persiguió decapitar tanto a los intentos de resistencia como a las organizaciones políticas de izquierda y sindicales a través de la detención, el asesinato de líderes y los cuadros de las mismas. Esta represión selectiva fue complementada con otra de carácter indiscriminado que perseguía aterrorizar y paralizar a la población.
Los sublevados no aplicaron una justicia nueva, sino que se valieron torticeramente de la legislación republicana. Así, su «base legal» se fundamentó en los bandos declaratorios del estado de guerra y en la aplicación de la justicia militar, con la peculiaridad de que, en palabras del cuñado de Francisco Franco y uno de los arquitectos de la dictadura, Ramón Serrano Súñer, ésta era una «justicia al revés» en la que se acusaba de rebelión, auxilio o excitación a la misma a aquellos que permanecieron fieles y defendieron la legalidad vigente.
A medida que la guerra avanzaba, y tras la victoria de los rebeldes, el aparato represivo se complementaría con numerosas leyes entre las que destacan: la de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939 (que aplicaba sus contenidos con efectos retroactivos a 1934); la de Represión de la Masonería y el Comunismo, de 1 de marzo de 1940; el Decreto que establece la Causa General, de 26 de abril de 1940; la Ley de Seguridad del Estado, de 29 de marzo de 1941; el Decreto Ley de 18 de abril de 1947 de represión del Bandidaje y el Terrorismo, etc.
Un aspecto que es preciso recordar acerca de la represión es que la maquinaria de terror para cumplir sus objetivos necesitaba de la colaboración de numerosas personas. La represión no sólo fue cosa de unos cuantos militares o desaprensivos, sino que implicó a sectores importantes de la población que colaboraron de diversas formas (delaciones, participación en las subastas de bienes expropiados...) que, en esos momentos de quiebra de la sociedad civil, sellaron un «pacto de sangre» con el régimen dictatorial.
Asesinados y detenidos
Desde los primeros momentos el gran número de detenidos desbordó las prisiones y comisarías existentes, y por ese motivo se habilitaron centros de internamiento mayores, como los campos de La Isleta y Gando en Gran Canaria o el de Los Rodeos y la prisión de Fyffes en Tenerife. Se configuró un amplio universo concentracionario por el que pasaron miles de personas, en su mayoría presos gubernativos, sin proceso judicial abierto, que fueron las principales víctimas de las torturas, «las sacas» y asesinatos indiscriminados. Además, numerosos presos fueron incluidos en batallones de trabajadores forzados tras el final de la guerra, como los 321 canarios deportados a Marruecos en el Batallón n.º 180, y otros fueron militarizados varios años. En total, el número de presos en el conjunto del Archipiélago pudo situarse en aproximadamente 10.000.
Todavía no se conoce el número exacto de víctimas mortales de la represión. Según las estimaciones llevadas a cabo por los investigadores, la cifra de asesinados (fusilados tras consejo de guerra y, sobre todo, los mucho más numerosos «desaparecidos») se sitúa entre 3.000-3.500 personas. La tipología de estos asesinatos es variada y muestra un elevado grado de sadismo: fusilamientos, palizas, personas lanzadas a cuevas, simas volcánicas o al mar con pesos atados a los pies? Las muertes no fueron producto de la acción de incontrolados y contaron siempre con el beneplácito de los militares, de la gran burguesía y con las bendiciones de la Iglesia católica. Los verdugos, además de los militares implicados en los consejos de guerra y en los pelotones de fusilamiento, estaban integrados en la milicia de Acción Ciudadana y en Falange, y se aplicaron con total entusiasmo a estas «labores de limpieza de la retaguardia».
El impacto de la represión se dejó notar en todas las islas, aunque el número de víctimas mortales y de detenidos varió según el número de habitantes y la intensidad de los conflictos sociales en los años anteriores. Las islas donde cuantitativamente fue mayor la represión, como es obvio dado su mayor potencial demográfico y actividad política, fueron Tenerife y Gran Canaria. A las islas centrales le siguen La Palma y La Gomera, donde se produjo un proceso de consolidación de las organizaciones obreras y en las que hubo conflictos de entidad, como, por ejemplo, los Sucesos de Hermigua (1933). Asimismo, en las colonias del Sahara, Ifni y Guinea hubo represaliados canarios.
A las víctimas de la represión hay que añadir las que provocó la propia guerra. Canarias se convirtió en la primera retaguardia segura y se produjo una movilización muy importante de recursos y de hombres para el frente. El número de movilizados, según el dato proporcionado por el general Carlos Martínez Campos en 1952, fue de 60.000, de los que, según estimaciones, en torno a 3.000 murieron y 10.000 sufrieron heridas y secuelas de diferente consideración. A estas pérdidas de vidas se deben añadir las de los isleños que cayeron defendiendo a la República en los frentes peninsulares y los fallecidos en el exilio y en campos de concentración nazis. En definitiva, se produce una fuerte pérdida demográfica.
Si bien las detenciones, los asesinatos y las torturas fueron las formas más criminales que adoptó la represión, hubo otras prácticas de coacción y violencia que se extendieron a todos los ámbitos de la vida.
Los detenidos y sus familiares se vieron sometidos a humillaciones de todo tipo, como el pelado a rape o la obligación de las mujeres de barrer las calles, las «procesiones» para devolver las cruces a los espacios públicos, como las escuelas, las incautaciones de bienes y la condena al hambre y a la enfermedad.
Represión económica
Las depuraciones de empleados y funcionarios públicos fue otro de los métodos represivos más utilizados y más eficientes para los intereses de los sublevados. Numerosísimos trabajadores se vieron expulsados de su trabajo o sometidos a sanciones diversas, destacando los empleados de los ayuntamientos y, por sus implicaciones, los docentes. En la provincia de Las Palmas 46 maestros fueron detenidos y 186 docentes de todos los niveles educativos fueron depurados. Por su parte, en las Islas occidentales fueron expedientados y condenados 214 maestros, un 31,7% del total. En definitiva, unos años de censura y amordazamiento de las ideas, de la creatividad, del conocimiento que en el terreno educativo y científico alejaron aún más a España de Europa.
La represión laboral afectó a un elevado número de trabajadores en forma de despidos, suspensiones y coacciones. El marco de relaciones impuesto desde la proclamación del estado de guerra y a partir del Fuero del Trabajo de 1938 dejaron a los trabajadores en una situación de absoluta indefensión. A esto se deben añadir otras prácticas de tipo económico vinculadas directamente a la represión, como, por ejemplo las incautaciones de bienes de los procesados por responsabilidades políticas -en Canarias se incoaron aproximadamente 5.000 expedientes-. Para algunos autores, la misma política autárquica adoptada por el régimen formó parte de la visión represiva y del plan de «purificación» del país. Independientemente de que la línea autárquica fuera parte del plan de castigo al conjunto de la población o producto de la ignorancia y la estulticia en temas económicos, lo cierto es que la larga posguerra implicó un descenso brutal de los niveles de vida y empujó al hambre a la mayoría de los españoles.
Entre 1939 y 1959 el poder adquisitivo de los salarios se hundió, los precios experimentaron alzas acentuadísimas y la corrupción económica y el estraperlo fueron la norma generalizada. En Canarias, la imposición de la autarquía -de la «economía de intendencia»- supuso la alteración del funcionamiento económico que había regido a las Islas desde el siglo XIX. Se suprimió de hecho el régimen de puertos francos, la vinculación con el exterior se vio cercenada y la «españolización» de la economía canaria motivó que en los años cuarenta el Archipiélago sufriera una de sus mayores crisis. La consecuencia más evidente fue el masivo proceso emigratorio que se desarrolló en las Islas en las décadas de 1950 y 1960, principalmente hacia Venezuela y las posesiones españolas en África, así como los procesos de redistribución de la población en las propias islas.
Violencia moral
La violencia y el control social se aplicaron de forma totalitaria en España. No sólo se detuvo, asesinó y depuró a personas. La coerción se aplicó a todos los ámbitos de la vida social y cotidiana. El miedo fue uno de los más firmes valedores de la dictadura en sus primeros años. Entre los protagonistas de esta represión de la vida cotidiana destacan la justicia ordinaria, los servicios de caridad (por ejemplo el servicio falangista de Auxilio Social), las organizaciones falangistas de encuadramiento y, muy especialmente, la Iglesia católica.
Las opciones sexuales, el ocio (bailes, la playa), los comportamientos familiares, las lecturas, entre otras cuestiones, eran controlados y debían adaptarse a la doble moral, impuesta desde el Estado y los púlpitos.
Las principales víctimas de estas formas de coacción y represión, aún poco estudiadas, fueron los pobres de solemnidad y, especialmente, las mujeres, reducidas a la condición de menores de edad y a la subordinación más absoluta. La igualdad jurídica y las conquistas obtenidas, al menos en el plano legal, por las mujeres fueron barridas por la dictadura, al tiempo que se imponía un modelo femenino basado en la sumisión, que en líneas generales era común al discurso católico y falangista.
A todo esto debe sumarse el adoctrinamiento y control de las conciencias ejercido desde las aulas, los púlpitos y los medios de comunicación, así como el afán por recordar a la población quiénes eran los vencedores y quiénes los vencidos. Tras la guerra no vino la paz, sino «la victoria».

Ricardo A. Guerra Palmero
Doctor en Historia Contemporánea


Fuente: La Opinión de Tenerife

lunes, 4 de agosto de 2008

Artículo: De la megalomanía o de cómo recordar nuestro pasado

1ª Parte. De la megalomanía o de cómo recordar nuestro pasado: 211 años de la derrota de Nelson

El 25 de julio de 1797 los navíos Theseus, Culloden, Zealous, Emerald, Seahorse, Terpsichore, Fox y la bombardera, capturada a los españoles, Rayo al mando del contraalmirante Nelson atacaron la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
Este ataque es producto de la guerra anglo española que se desarrolla entre 1796 y 1802.
Gran Bretaña, una de las potencias hegemónicas del momento estaba preparándose para la primera revolución industrial que tendría lugar a inicios del XIX. Necesitaba nuevos mercados y espacios donde obtener materias primas y facilidades comerciales.
En ese contexto sus ojos se centraron en dos puntos del Imperio Colonial Español de forma particular, América Latina por un lado y Canarias por el otro. La primera se relaciona con la necesidad de buscar nuevos puntos para el comercio tras la independencia de sus colonias Norteamericanas, Canarias era un punto estratégico en las rutas entre África, América y en el camino seguido normalmente en sentido Asia (en un momento donde el comercio colonial con la India y China era cada vez más importante).
Los británicos se deciden por usar su potente flota militar y comercial para atacar diferentes puntos del Imperio Español. Unos días antes de su ataque a Santa Cruz bombardean la ciudad de Cádiz, bloqueando unos de los puertos principales del tráfico con las colonias de España.
Los ingleses conocían de sobra las Islas, desde el mismo inicio de la sociedad colonial, en el siglo XVI, hay intensas relaciones con Gran Bretaña a nivel comercial y cultural.
El vino canario es abundantemente vendido en las ciudades de Gran Bretaña, incluso su escritor más insigne, William Shakespeare habla de sus excelencias.
En opinión de muchos investigadores, hasta el Golpe de Estado de 1936, con el inicio de la autarquía fascista, las Islas son en gran parte dependientes en lo económico de los británicos.
Como sabemos, una de las características de toda colonia es que son lugares donde se producen materias primas y estas son exportadas a la metrópoli, en este sentido Gran Bretaña ejerce hasta bien entrado el s.XX de metrópoli económica de Canarias.
Como vemos los británicos tienen una estrecha vinculación con el Archipiélago y en este contexto llega Nelson a Tenerife.
La intención de la flotilla británica era conseguir la carga de un buque procedente de Filipinas, aunque dentro de las órdenes también estaba la de ocupar la ciudad (igual que se hizo anteriormente con Gibraltar, La Habana (1762) o Menorca).
No me voy a extender explicando los pormenores del ataque y la defensa, tan explicados en la prensa de los últimos días, que puede interesar a algun aficionado a la historia bélica, pero que realmente tiene poca importancia en el acontecer histórico.
Solamente quiero partir una lanza en defensa de las Milicias Canarias, que junto con 110 marineros franceses fueron los responsables de la lucha y los que sufrieron principalmente las bajas.
Las fuerzas isleñas estaban formadas por el Batallón de Canarias, los Cazadores Provinciales, las milicias de La Laguna y La Orotava, los Rozadores de La Laguna, la Bandera de Cuba, Artilleros veteranos y de milicias y paisanos en general.
Las Milicias Canarias eran las únicas fuerzas disponibles en ese momento. Estaba formadas por campesinos con poca formación y con una oficialidad integrada, en su mayor parte, por alguno de los escasos representantes de las élites económicas y sociales del Archipiélago.
Las condiciones de las mismas son bastante cuestionables. De hecho cuando se pide el envío de los hombres y artillería de la milicia de La Laguna (Gracia y La Cuesta) el oficial al mando replica:
"Exmo. Señor
La gente conqe me hallo son solo veynte, y dos honvres, pues todo el resto de la Jente marchó con el Ten.te Coro.l Creac, ya ve V. Exa., q.e ni aun para el manexo, o servicio de los seis cañones tengo Jente, y aunq.e y quisiera conducirlos a la Cuesta estan la Cureñas en tan mala disposición, q.e solo de trarlas en este corto trecho se rompieron dos”.
Como recogen numerosos informes y peticiones realizadas por el propio Cabildo de la época, los cañones (que no se pueden mover por falta de cureñas que los mantengan), las armas, las fortificaciones e incluso los uniformes no son para nada la imagen idílica al estilo Hollywood que pudimos ver en la conmemoración de hace unas semanas.
Estas milicias son las mismas que actuaron en ataques anteriores como del de Van der Doez, Hawkins o Drake, en muchos casos armados con poco más que palos y piedras.
En algún texto aparecido estos días y libros editados en los últimos años parece que fue el General Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana, con una espada en un brazo y la bandera española al otro el que por si sólo se enfrentó a los hombres de Nelson. Buen ejemplo de esto es el libro “La victoria del General Gutiérrez sobre el Almirante Nelson” obra del exmilitar Juan Arencibia Torres, leído públicamente como parte de los actos en el Ayuntamiento capitalino.
Me parece destacable cómo, desde las instituciones civiles y militares de la Isla, se ha hecho un enorme esfuerzo por resaltar la figura del General al mando de las milicias.
La ciudad le ha brindado una calle y una estatua, también lleva su nombre una Cátedra de la Universidad de La Laguna, incluso entre los actos de la “gesta” se incluyó una misa en su memoria.
Me sorprende como se han silenciado las acusaciones lanzadas por algunos de los contemporáneos del General Gutiérrez que le acusaban de haber permanecido recluido durante todo el combate en el castillo de Paso Alto, lejos de cualquier peligro real.
Una evidencia de esto se puede extraer del siguiente comentario, obtenido de la obra “Ataque de una escuadra inglesa al Puerto de Santa Cruz de Tenerife el 25 de julio de 1797” de Eduardo P. García Rodríguez. En ese estudio se dice que en el momento que el General Gutiérrez se decide a acercarse al muelle para ver por si mismo como “iban las cosas”:
“La presencia de tantos cuerpos ingleses mutilados y destrozados por la metralla de los cañones y fusilería, y la alfombra de sangre que cubría el empedrado suelo debió afectar en sobremanera la sensibilidad del teniente general. La visión debió causarle una fuerte impresión, y como consecuencia de la misma sufrió un "desvaído" teniendo que ser asistido por dos de sus oficiales para, apoyado en los hombros de éstos, regresar a la seguridad del fuerte”.
No se si en ese afán de rigor histórico al que tanto incidieron los autores de la “fiesta” habrán representado el desmayo del General ante los horrores de la guerra.


2ª Parte. 1797: entre lo real y lo deseable

Como hemos visto, unas series de hechos económicos y tácticos provocaron el ataque de Nelson a Tenerife. Ahora vamos intentar ver como era la vida en las Islas en el tránsito entre los siglos XVIII y XIX, así como el porqué ahora, 211 años despues de estos acontecimientos el Ayuntamiento de Santa Cruz se dedica a recuperar ese “glorioso” pasado.
En 1796, un año antes de la llegada de la escuadra inglesa, tenemos al francés André-Pierre Ledrú visitando la Isla. En su libro “Viaje a la Isla de Tenerife”, el científico francés se dedica a recorrer la geografía insular haciendo un retrato de sus principales características.
En su descripción de Santa Cruz dice:
“La población de Santa Cruz se estima en 8.390 habitantes, que se pueden dividir en tres clases. La primera está compuesta por los magistrados, los propietarios ricos y los negociantes, cuya mayoría son extranjeros; la segunda, por aquellos que poseen una fortuna mediocre, tales como detallistas y los artesanos, y la tercera clase, más numerosa que las otras dos juntas, la compone los mendigos, cuya holgazanería e inoportunidad son indignantes”.
Sí, la mayoría de los habitantes de la “noble e invicta” eran personas que a duras penas lograban sobrevivir, en gran parte forzadas a la emigración.
En el siglo XVIII los canarios pagaron un tributo en sangre mucho mayor que el de los 32 muertos isleños que cayeron luchando el 25 de julio de 1797.
La Real Cédula del 25 de mayo de 1678 estableció que para poder comerciar con América, por cada cien toneladas de productos de las Islas, se debían enviar cinco familias para poblar los lugares en esos momentos más inhóspitos y que dentro de la estrategia de doblamiento de la metrópoli estaban en peligro ante el avance de otras potencias.
Miles de canarios son de esta manera “animados” o directamente forzados a cruzar el Atlántico por unas élites canarias, deseosas de comerciar, y una metrópoli que pretendía quitar “vapor” a la olla a presión que era la sociedad canaria del Antiguo Régimen.
Antes de 1797 los canarios se están asentando en los Valles de Caracas, los Llanos Venezolanos, en el campo Cubano, en Santo Domingo, Puerto Rico (donde entre 1719 y 1797 al menos fundan diecinueve poblaciones), Texas, Louisiana y La Florida, también tendrán un destacado papel en la fundación de Montevideo, en Uruguay, para frenar las tentativas expansionistas de los Portugueses e Ingleses en el Río de la Plata.
Esta es sin duda la gran “Gesta” del siglo XVIII, la de los isleños que fueron obligados a salir de sus casas por unas élites y una metrópoli incompetente.
En este sentido, en el año 1860, el Reverendo norteamericano Charles W. Thomas escribe en su obra “Aventuras y observaciones en la costa occidental de África y sus Islas”.
“Durante un siglo, la madre patria ha hecho muy poco por estas islas, excepto oprimirlas con su gobierno […] en partes de Tenerife las facciones guanches son visibles en la clase baja. Son emprendedores y trabajadores, y bajo un gobierno más favorable al desarrollo del genio y el trabajo serían una población con más poder económico”.
Un poco más tarde, en 1883, la escritora inglesa Olivia Stone comenta la extrema pobreza de la industria en las Islas y se escandaliza por la extrema pobreza de los canarios:
"hasta extremos de miseria y no tienen casi qué comer, salvo pescado salado y gofio". 1797: el mal gobierno y el independentismo anexionista
En esta situación no nos debe extrañar que un sector de la sociedad isleña, no beneficiado con el modelo colonial de exportación o que creía que las Islas debían ser mejor atendidas empezara a buscar soluciones por su propia cuenta.
Ya en 1767, trece años antes de la rebelión de Tupac Amaru en Perú y mucho antes que el descendiente de canarios Francisco de Miranda iniciara su lucha en defensa de la independencia de América Latina, eran arrestados, en la Isla de la Gomera, varios vecinos por hablar de la necesidad de que los británicos ocuparan las Islas, al igual que habían hecho con La Habana cinco años antes, para acabar con el mal gobierno de la corona española.
Este posicionamiento de un sector de la población isleña también puede tener una respuesta en las revueltas que se producen en Cuba y Venezuela protagonizadas, en gran parte, por canarios a lo largo del siglo XVIII.
En Cuba, el intento por parte de la Corona de monopolizar la venta del tabaco, con el llamado “Estanco”, provoca una rebelión entre los vegueros (cultivadores de la planta del tabaco), casi todos isleños.
Esta revuelta acaba con una durísima represión en 1723, con más de 61 muertos, entre ellos 11 fusilados por los españoles. Sí, son muchos más que los 32 muertos isleños que provocó la “Gesta” de 1797 y que el Ayuntamiento de Santa Cruz ha recordado a bombo y platillo.
En Venezuela también tiene lugar una importante movilización popular contra la Corona española (considerada por muchos un antecedente del proceso independentista) entre los isleños cultivadores de cacao, residentes en el Valle de Caracas.
La metrópoli, en un intento de controlar el contrabando que se ejercía en las costas caribeñas, utiliza a la Compañía Guipuzcoana para ejercer un auténtico monopolio comercial.
Los pequeños agricultores, que en gran parte vendían su producción para el mercado Europeo a través de los británicos, ven gravemente perjudicada su existencia a favor de los grandes terratenientes criollos.
En la década de los cuarenta del siglo XVIII los isleños se rebelan contra la corona española, iniciándose el proceso en San Felipe de Yuracuy.
El momento álgido de esta rebelión será el 19 de abril de 1749 (el año que viene se cumplen 260 años del acontecimiento, en el que seguramente nadie gaste un euro) en la insurrección encabezada por el herreño Juan Francisco de León Mérida.
En el Diccionario Biográfico de Venezuela dice lo siguiente:
"Con gente de Caucagua, Guatire, Guarenas, El Guapo u otras comarcas se juntaron unos 800 hombres entre esclavos, indios y canarios que con Juan Francisco León a la cabeza y banderas encarnadas marcharon sobre Caracas entrando por Chacao"...."rodeó la casa del gobernador con gente armada y al resto lo mandó apostarse en la Plaza de La Candelaria, siempre canaria, donde León tenía su casa..."
La respuesta de la metrópoli no se hizo esperar y manda dos barcos de guerra con mil soldados de infantería y mil de caballería para apaciguar el territorio Venezolano. Finalmente logran capturarlo en septiembre de 1751, enviándolo preso a la metrópoli, donde fallece en la prisión de Cádiz al año siguiente.
Unos de sus hijos, también preso dirá:
"Pues ya ve vuestra merced que nos toca la obligación de defender nuestra patria Venezuela. Porque si no la defendemos seremos esclavos de todos ellos".
En las Islas estos movimientos no debieron de pasar desapercibidos, en especial a los miles de canarios con familia y conocidos al otro lado del Atlántico.
No es de extrañar la gran simpatía con la que reciben muchos isleños los procesos de independencia o el deseo expresado por alguno de los Libertadores de América por proceder a liberar el Archipiélago del mal gobierno español.
En las primeras décadas del siglo XIX también nos encontramos con la figura de Diego Barry, isleño nacido en La Orotava de orígenes irlandeses, que es acusado de conspirar con los británicos para la independencia de las Islas, lo que le costará una condena de destierro (espero que la investigación realizada por el profesor de Historia de América, D. Manuel Hernández de más luz sobre este interesante personaje).
En una parte de la población canaria, por tanto, la derrota de Nelson no fue vista en absoluto como una “Gesta” sino más bien como un auténtico desastre para las Islas, sumidas en el atraso, el fanatismo religioso y el mal gobierno.
No podemos saber como hubiera sido la Historia de Canarias si los marinos británicos hubiesen logrado capturar Tenerife y hacerse con el control de Canarias. Muy posiblemente habríamos tenido un mayor avance en diversos campos, en especial en el comercial, y tal vez se hubiera limitado o redireccionado la emigración.
Probablemente tampoco importó mucho, ya que sólo unas pocas décadas despues serán propiedad de los británicos la mayor parte de los sectores fundamentales de la economía isleña.
El capital británico controlará la mayor parte de las consignatarias, los almacenes de carbón, los astilleros, parte de los puertos, la banca, los primeros hoteles y las más importantes compañías de exportación de materias primas (barrilla, plátano, tomate…) hasta el periodo autárquico del franquismo.
La “Gesta” en el siglo XXI
No se si ha merecido la pena gastarse varios cientos de miles de euros en trajes de época, en fuegos artificiales, sonido, viajes de extras y publicidad para hacer creer a la gente de Santa Cruz que el siglo XVIII fue una época de “soldaditos de plomo” con bonitos trajes…o ver desfilar a Nelson y sus soldados de retirada por las calles de la ciudad (cosa que nunca sucedió ya que Nelson no llegó a pisar el suelo de la Isla).
Para las autoridades competentes es mucho más sencillo y lucido convertir el pasado en un colorido y turístico Show. Tal vez las miles de personas que asistieron a los actos les dieron la razón. Quizás esa fiesta tan parecida a la de “moros y cristianos” de la Pepera Valencia, se convierta en una especie de “tradición”, en un mini carnaval de verano.
Lo más probable es que pasados unos años la “Gesta” vuelva a dormir en alguna gaveta institucional.
Tal vez hubiese sido más productivo para nuestra historia y el patrimonio de la ciudad haber invertido ese dinero en recuperar los restos del Castillo de San Cristóbal de una manera correcta, en prospectar las costas de la capital para localizar los restos del ataque y conservarlos en nuestros museos (tenemos hundida la balandra Fox en el entorno del muelle de santa Cruz), en iniciar un Museo de Historia del municipio o a investigar y conservar correctamente los fondos del Archivo Municipal.
Se que para algunos políticos del Ayuntamiento de Santa Cruz y en especial los del PP, como el señor Ángel Llanos, es más atractivo imaginarse ese pasado colorido de soldaditos con peluca, defensores de la “madre patria” frente a la “Pérfida Albión” y de paso fomentar los valores castrenses y el españolismo más rancio, cueste lo que cueste.
Sin duda la mezcla de intereses políticos y una profunda falta de conocimientos sobre el pasado de nuestra tierra, en manos de un gobernante que parece tener recursos económicos ilimitados para todas las fiestas que se le ocurren, generan espectáculos difíciles de justificar y deformadores de la realidad.
También el gobierno del Partido Popular de Madrid, hace pocas fechas, se montó su propia fiesta costumbrista con motivo del 2 de mayo de 1808 para fomentar el “fervor patriótico” tan del gusto de la derecha.
A algunos parece que le gusta pasar la historia por una picadora para servirla fría y fácilmente digerible, simplificada y moralizante para un público desinformado y escasamente crítico.
No era patriotismo lo que vivían los habitantes de las Islas en ese momento, más bien miedo, explotación y desesperación por su futuro.
Como he dicho anteriormente los milicianos, eran sacados principalmente de las zonas agrícolas de la Isla. El inglés Alfred Diston comenta en una lámina donde se representa a un campesino de El Miradero en Icod en 1824:
“Todo aquel que a cierta edad no está casado o no tenga madre dependiendo de él, está obligado al servicio militar [en la milicia], y los que tienen estas obligaciones deben buscar un sustituto o servir cuatro meses cada año en Santa Cruz o cualquier otro lugar que tenga ejército estacionado en él”.
Estos jóvenes son usados como carne de cañón para un Imperio en el que, todavía, no se ponía el sol (aunque por poco tiempo). Me pregunto lo que podían pensar mientras veían desembarcar a los británicos y sus mandos de extraño acento les obligaban a disparar.
Este año, viendo el programa de la celebración, parece que nadie se ha acordado de ellos, de los que sufrían el fuego, los que no podían desmayarse, los que luchaban para mantener la Isla bajo el gobierno de una metrópoli que les obligaba a emigrar, los arruinaba y los usaba como esclavos blancos para poblar los territorios imperiales en peligro.
Me pregunto que pasaría por la cabeza de un joven como el que pinta el señor Diston si pudiera ver en que se gastan los dineros públicos los representantes de la metrópoli en el siglo XXI.

Rubens Ascanio Gómez
Licenciado en Historia y miembro de Alternativa Sí se Puede por Tenerife

viernes, 1 de agosto de 2008

Concierto VII Aniversario Tagrawla Crew


Concierto VII Aniversario Tagrawla Crew
Viernes, 8 de agosto. Sala Box (Aguere - La Laguna)
Próximo a la estación de guaguas
4 € (Consumisión)

Oi! Se Arma
www.myspace.com/oisearmatf
A.S.C.O.
www.myspace.com/ascostreetpunkanarias
Skachaos
www.myspace.com/skachaos

Fuente: Tagrawla Crew

Vídeo: Dama guanche


Don Eduardo de 84 años jugando en el damero con Don Sanvador de 88 años. Ambos viven en El Fraile y jugaban a este juego desde su infancia en cualquier tosca de este sur. José Espinel tiene recogido este y muchos juegos de Damas que utilizaron los viejos guanches.