HORA NACIONAL CANARIA [GMT]

lunes, 4 de agosto de 2008

Artículo: De la megalomanía o de cómo recordar nuestro pasado

1ª Parte. De la megalomanía o de cómo recordar nuestro pasado: 211 años de la derrota de Nelson

El 25 de julio de 1797 los navíos Theseus, Culloden, Zealous, Emerald, Seahorse, Terpsichore, Fox y la bombardera, capturada a los españoles, Rayo al mando del contraalmirante Nelson atacaron la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
Este ataque es producto de la guerra anglo española que se desarrolla entre 1796 y 1802.
Gran Bretaña, una de las potencias hegemónicas del momento estaba preparándose para la primera revolución industrial que tendría lugar a inicios del XIX. Necesitaba nuevos mercados y espacios donde obtener materias primas y facilidades comerciales.
En ese contexto sus ojos se centraron en dos puntos del Imperio Colonial Español de forma particular, América Latina por un lado y Canarias por el otro. La primera se relaciona con la necesidad de buscar nuevos puntos para el comercio tras la independencia de sus colonias Norteamericanas, Canarias era un punto estratégico en las rutas entre África, América y en el camino seguido normalmente en sentido Asia (en un momento donde el comercio colonial con la India y China era cada vez más importante).
Los británicos se deciden por usar su potente flota militar y comercial para atacar diferentes puntos del Imperio Español. Unos días antes de su ataque a Santa Cruz bombardean la ciudad de Cádiz, bloqueando unos de los puertos principales del tráfico con las colonias de España.
Los ingleses conocían de sobra las Islas, desde el mismo inicio de la sociedad colonial, en el siglo XVI, hay intensas relaciones con Gran Bretaña a nivel comercial y cultural.
El vino canario es abundantemente vendido en las ciudades de Gran Bretaña, incluso su escritor más insigne, William Shakespeare habla de sus excelencias.
En opinión de muchos investigadores, hasta el Golpe de Estado de 1936, con el inicio de la autarquía fascista, las Islas son en gran parte dependientes en lo económico de los británicos.
Como sabemos, una de las características de toda colonia es que son lugares donde se producen materias primas y estas son exportadas a la metrópoli, en este sentido Gran Bretaña ejerce hasta bien entrado el s.XX de metrópoli económica de Canarias.
Como vemos los británicos tienen una estrecha vinculación con el Archipiélago y en este contexto llega Nelson a Tenerife.
La intención de la flotilla británica era conseguir la carga de un buque procedente de Filipinas, aunque dentro de las órdenes también estaba la de ocupar la ciudad (igual que se hizo anteriormente con Gibraltar, La Habana (1762) o Menorca).
No me voy a extender explicando los pormenores del ataque y la defensa, tan explicados en la prensa de los últimos días, que puede interesar a algun aficionado a la historia bélica, pero que realmente tiene poca importancia en el acontecer histórico.
Solamente quiero partir una lanza en defensa de las Milicias Canarias, que junto con 110 marineros franceses fueron los responsables de la lucha y los que sufrieron principalmente las bajas.
Las fuerzas isleñas estaban formadas por el Batallón de Canarias, los Cazadores Provinciales, las milicias de La Laguna y La Orotava, los Rozadores de La Laguna, la Bandera de Cuba, Artilleros veteranos y de milicias y paisanos en general.
Las Milicias Canarias eran las únicas fuerzas disponibles en ese momento. Estaba formadas por campesinos con poca formación y con una oficialidad integrada, en su mayor parte, por alguno de los escasos representantes de las élites económicas y sociales del Archipiélago.
Las condiciones de las mismas son bastante cuestionables. De hecho cuando se pide el envío de los hombres y artillería de la milicia de La Laguna (Gracia y La Cuesta) el oficial al mando replica:
"Exmo. Señor
La gente conqe me hallo son solo veynte, y dos honvres, pues todo el resto de la Jente marchó con el Ten.te Coro.l Creac, ya ve V. Exa., q.e ni aun para el manexo, o servicio de los seis cañones tengo Jente, y aunq.e y quisiera conducirlos a la Cuesta estan la Cureñas en tan mala disposición, q.e solo de trarlas en este corto trecho se rompieron dos”.
Como recogen numerosos informes y peticiones realizadas por el propio Cabildo de la época, los cañones (que no se pueden mover por falta de cureñas que los mantengan), las armas, las fortificaciones e incluso los uniformes no son para nada la imagen idílica al estilo Hollywood que pudimos ver en la conmemoración de hace unas semanas.
Estas milicias son las mismas que actuaron en ataques anteriores como del de Van der Doez, Hawkins o Drake, en muchos casos armados con poco más que palos y piedras.
En algún texto aparecido estos días y libros editados en los últimos años parece que fue el General Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana, con una espada en un brazo y la bandera española al otro el que por si sólo se enfrentó a los hombres de Nelson. Buen ejemplo de esto es el libro “La victoria del General Gutiérrez sobre el Almirante Nelson” obra del exmilitar Juan Arencibia Torres, leído públicamente como parte de los actos en el Ayuntamiento capitalino.
Me parece destacable cómo, desde las instituciones civiles y militares de la Isla, se ha hecho un enorme esfuerzo por resaltar la figura del General al mando de las milicias.
La ciudad le ha brindado una calle y una estatua, también lleva su nombre una Cátedra de la Universidad de La Laguna, incluso entre los actos de la “gesta” se incluyó una misa en su memoria.
Me sorprende como se han silenciado las acusaciones lanzadas por algunos de los contemporáneos del General Gutiérrez que le acusaban de haber permanecido recluido durante todo el combate en el castillo de Paso Alto, lejos de cualquier peligro real.
Una evidencia de esto se puede extraer del siguiente comentario, obtenido de la obra “Ataque de una escuadra inglesa al Puerto de Santa Cruz de Tenerife el 25 de julio de 1797” de Eduardo P. García Rodríguez. En ese estudio se dice que en el momento que el General Gutiérrez se decide a acercarse al muelle para ver por si mismo como “iban las cosas”:
“La presencia de tantos cuerpos ingleses mutilados y destrozados por la metralla de los cañones y fusilería, y la alfombra de sangre que cubría el empedrado suelo debió afectar en sobremanera la sensibilidad del teniente general. La visión debió causarle una fuerte impresión, y como consecuencia de la misma sufrió un "desvaído" teniendo que ser asistido por dos de sus oficiales para, apoyado en los hombros de éstos, regresar a la seguridad del fuerte”.
No se si en ese afán de rigor histórico al que tanto incidieron los autores de la “fiesta” habrán representado el desmayo del General ante los horrores de la guerra.


2ª Parte. 1797: entre lo real y lo deseable

Como hemos visto, unas series de hechos económicos y tácticos provocaron el ataque de Nelson a Tenerife. Ahora vamos intentar ver como era la vida en las Islas en el tránsito entre los siglos XVIII y XIX, así como el porqué ahora, 211 años despues de estos acontecimientos el Ayuntamiento de Santa Cruz se dedica a recuperar ese “glorioso” pasado.
En 1796, un año antes de la llegada de la escuadra inglesa, tenemos al francés André-Pierre Ledrú visitando la Isla. En su libro “Viaje a la Isla de Tenerife”, el científico francés se dedica a recorrer la geografía insular haciendo un retrato de sus principales características.
En su descripción de Santa Cruz dice:
“La población de Santa Cruz se estima en 8.390 habitantes, que se pueden dividir en tres clases. La primera está compuesta por los magistrados, los propietarios ricos y los negociantes, cuya mayoría son extranjeros; la segunda, por aquellos que poseen una fortuna mediocre, tales como detallistas y los artesanos, y la tercera clase, más numerosa que las otras dos juntas, la compone los mendigos, cuya holgazanería e inoportunidad son indignantes”.
Sí, la mayoría de los habitantes de la “noble e invicta” eran personas que a duras penas lograban sobrevivir, en gran parte forzadas a la emigración.
En el siglo XVIII los canarios pagaron un tributo en sangre mucho mayor que el de los 32 muertos isleños que cayeron luchando el 25 de julio de 1797.
La Real Cédula del 25 de mayo de 1678 estableció que para poder comerciar con América, por cada cien toneladas de productos de las Islas, se debían enviar cinco familias para poblar los lugares en esos momentos más inhóspitos y que dentro de la estrategia de doblamiento de la metrópoli estaban en peligro ante el avance de otras potencias.
Miles de canarios son de esta manera “animados” o directamente forzados a cruzar el Atlántico por unas élites canarias, deseosas de comerciar, y una metrópoli que pretendía quitar “vapor” a la olla a presión que era la sociedad canaria del Antiguo Régimen.
Antes de 1797 los canarios se están asentando en los Valles de Caracas, los Llanos Venezolanos, en el campo Cubano, en Santo Domingo, Puerto Rico (donde entre 1719 y 1797 al menos fundan diecinueve poblaciones), Texas, Louisiana y La Florida, también tendrán un destacado papel en la fundación de Montevideo, en Uruguay, para frenar las tentativas expansionistas de los Portugueses e Ingleses en el Río de la Plata.
Esta es sin duda la gran “Gesta” del siglo XVIII, la de los isleños que fueron obligados a salir de sus casas por unas élites y una metrópoli incompetente.
En este sentido, en el año 1860, el Reverendo norteamericano Charles W. Thomas escribe en su obra “Aventuras y observaciones en la costa occidental de África y sus Islas”.
“Durante un siglo, la madre patria ha hecho muy poco por estas islas, excepto oprimirlas con su gobierno […] en partes de Tenerife las facciones guanches son visibles en la clase baja. Son emprendedores y trabajadores, y bajo un gobierno más favorable al desarrollo del genio y el trabajo serían una población con más poder económico”.
Un poco más tarde, en 1883, la escritora inglesa Olivia Stone comenta la extrema pobreza de la industria en las Islas y se escandaliza por la extrema pobreza de los canarios:
"hasta extremos de miseria y no tienen casi qué comer, salvo pescado salado y gofio". 1797: el mal gobierno y el independentismo anexionista
En esta situación no nos debe extrañar que un sector de la sociedad isleña, no beneficiado con el modelo colonial de exportación o que creía que las Islas debían ser mejor atendidas empezara a buscar soluciones por su propia cuenta.
Ya en 1767, trece años antes de la rebelión de Tupac Amaru en Perú y mucho antes que el descendiente de canarios Francisco de Miranda iniciara su lucha en defensa de la independencia de América Latina, eran arrestados, en la Isla de la Gomera, varios vecinos por hablar de la necesidad de que los británicos ocuparan las Islas, al igual que habían hecho con La Habana cinco años antes, para acabar con el mal gobierno de la corona española.
Este posicionamiento de un sector de la población isleña también puede tener una respuesta en las revueltas que se producen en Cuba y Venezuela protagonizadas, en gran parte, por canarios a lo largo del siglo XVIII.
En Cuba, el intento por parte de la Corona de monopolizar la venta del tabaco, con el llamado “Estanco”, provoca una rebelión entre los vegueros (cultivadores de la planta del tabaco), casi todos isleños.
Esta revuelta acaba con una durísima represión en 1723, con más de 61 muertos, entre ellos 11 fusilados por los españoles. Sí, son muchos más que los 32 muertos isleños que provocó la “Gesta” de 1797 y que el Ayuntamiento de Santa Cruz ha recordado a bombo y platillo.
En Venezuela también tiene lugar una importante movilización popular contra la Corona española (considerada por muchos un antecedente del proceso independentista) entre los isleños cultivadores de cacao, residentes en el Valle de Caracas.
La metrópoli, en un intento de controlar el contrabando que se ejercía en las costas caribeñas, utiliza a la Compañía Guipuzcoana para ejercer un auténtico monopolio comercial.
Los pequeños agricultores, que en gran parte vendían su producción para el mercado Europeo a través de los británicos, ven gravemente perjudicada su existencia a favor de los grandes terratenientes criollos.
En la década de los cuarenta del siglo XVIII los isleños se rebelan contra la corona española, iniciándose el proceso en San Felipe de Yuracuy.
El momento álgido de esta rebelión será el 19 de abril de 1749 (el año que viene se cumplen 260 años del acontecimiento, en el que seguramente nadie gaste un euro) en la insurrección encabezada por el herreño Juan Francisco de León Mérida.
En el Diccionario Biográfico de Venezuela dice lo siguiente:
"Con gente de Caucagua, Guatire, Guarenas, El Guapo u otras comarcas se juntaron unos 800 hombres entre esclavos, indios y canarios que con Juan Francisco León a la cabeza y banderas encarnadas marcharon sobre Caracas entrando por Chacao"...."rodeó la casa del gobernador con gente armada y al resto lo mandó apostarse en la Plaza de La Candelaria, siempre canaria, donde León tenía su casa..."
La respuesta de la metrópoli no se hizo esperar y manda dos barcos de guerra con mil soldados de infantería y mil de caballería para apaciguar el territorio Venezolano. Finalmente logran capturarlo en septiembre de 1751, enviándolo preso a la metrópoli, donde fallece en la prisión de Cádiz al año siguiente.
Unos de sus hijos, también preso dirá:
"Pues ya ve vuestra merced que nos toca la obligación de defender nuestra patria Venezuela. Porque si no la defendemos seremos esclavos de todos ellos".
En las Islas estos movimientos no debieron de pasar desapercibidos, en especial a los miles de canarios con familia y conocidos al otro lado del Atlántico.
No es de extrañar la gran simpatía con la que reciben muchos isleños los procesos de independencia o el deseo expresado por alguno de los Libertadores de América por proceder a liberar el Archipiélago del mal gobierno español.
En las primeras décadas del siglo XIX también nos encontramos con la figura de Diego Barry, isleño nacido en La Orotava de orígenes irlandeses, que es acusado de conspirar con los británicos para la independencia de las Islas, lo que le costará una condena de destierro (espero que la investigación realizada por el profesor de Historia de América, D. Manuel Hernández de más luz sobre este interesante personaje).
En una parte de la población canaria, por tanto, la derrota de Nelson no fue vista en absoluto como una “Gesta” sino más bien como un auténtico desastre para las Islas, sumidas en el atraso, el fanatismo religioso y el mal gobierno.
No podemos saber como hubiera sido la Historia de Canarias si los marinos británicos hubiesen logrado capturar Tenerife y hacerse con el control de Canarias. Muy posiblemente habríamos tenido un mayor avance en diversos campos, en especial en el comercial, y tal vez se hubiera limitado o redireccionado la emigración.
Probablemente tampoco importó mucho, ya que sólo unas pocas décadas despues serán propiedad de los británicos la mayor parte de los sectores fundamentales de la economía isleña.
El capital británico controlará la mayor parte de las consignatarias, los almacenes de carbón, los astilleros, parte de los puertos, la banca, los primeros hoteles y las más importantes compañías de exportación de materias primas (barrilla, plátano, tomate…) hasta el periodo autárquico del franquismo.
La “Gesta” en el siglo XXI
No se si ha merecido la pena gastarse varios cientos de miles de euros en trajes de época, en fuegos artificiales, sonido, viajes de extras y publicidad para hacer creer a la gente de Santa Cruz que el siglo XVIII fue una época de “soldaditos de plomo” con bonitos trajes…o ver desfilar a Nelson y sus soldados de retirada por las calles de la ciudad (cosa que nunca sucedió ya que Nelson no llegó a pisar el suelo de la Isla).
Para las autoridades competentes es mucho más sencillo y lucido convertir el pasado en un colorido y turístico Show. Tal vez las miles de personas que asistieron a los actos les dieron la razón. Quizás esa fiesta tan parecida a la de “moros y cristianos” de la Pepera Valencia, se convierta en una especie de “tradición”, en un mini carnaval de verano.
Lo más probable es que pasados unos años la “Gesta” vuelva a dormir en alguna gaveta institucional.
Tal vez hubiese sido más productivo para nuestra historia y el patrimonio de la ciudad haber invertido ese dinero en recuperar los restos del Castillo de San Cristóbal de una manera correcta, en prospectar las costas de la capital para localizar los restos del ataque y conservarlos en nuestros museos (tenemos hundida la balandra Fox en el entorno del muelle de santa Cruz), en iniciar un Museo de Historia del municipio o a investigar y conservar correctamente los fondos del Archivo Municipal.
Se que para algunos políticos del Ayuntamiento de Santa Cruz y en especial los del PP, como el señor Ángel Llanos, es más atractivo imaginarse ese pasado colorido de soldaditos con peluca, defensores de la “madre patria” frente a la “Pérfida Albión” y de paso fomentar los valores castrenses y el españolismo más rancio, cueste lo que cueste.
Sin duda la mezcla de intereses políticos y una profunda falta de conocimientos sobre el pasado de nuestra tierra, en manos de un gobernante que parece tener recursos económicos ilimitados para todas las fiestas que se le ocurren, generan espectáculos difíciles de justificar y deformadores de la realidad.
También el gobierno del Partido Popular de Madrid, hace pocas fechas, se montó su propia fiesta costumbrista con motivo del 2 de mayo de 1808 para fomentar el “fervor patriótico” tan del gusto de la derecha.
A algunos parece que le gusta pasar la historia por una picadora para servirla fría y fácilmente digerible, simplificada y moralizante para un público desinformado y escasamente crítico.
No era patriotismo lo que vivían los habitantes de las Islas en ese momento, más bien miedo, explotación y desesperación por su futuro.
Como he dicho anteriormente los milicianos, eran sacados principalmente de las zonas agrícolas de la Isla. El inglés Alfred Diston comenta en una lámina donde se representa a un campesino de El Miradero en Icod en 1824:
“Todo aquel que a cierta edad no está casado o no tenga madre dependiendo de él, está obligado al servicio militar [en la milicia], y los que tienen estas obligaciones deben buscar un sustituto o servir cuatro meses cada año en Santa Cruz o cualquier otro lugar que tenga ejército estacionado en él”.
Estos jóvenes son usados como carne de cañón para un Imperio en el que, todavía, no se ponía el sol (aunque por poco tiempo). Me pregunto lo que podían pensar mientras veían desembarcar a los británicos y sus mandos de extraño acento les obligaban a disparar.
Este año, viendo el programa de la celebración, parece que nadie se ha acordado de ellos, de los que sufrían el fuego, los que no podían desmayarse, los que luchaban para mantener la Isla bajo el gobierno de una metrópoli que les obligaba a emigrar, los arruinaba y los usaba como esclavos blancos para poblar los territorios imperiales en peligro.
Me pregunto que pasaría por la cabeza de un joven como el que pinta el señor Diston si pudiera ver en que se gastan los dineros públicos los representantes de la metrópoli en el siglo XXI.

Rubens Ascanio Gómez
Licenciado en Historia y miembro de Alternativa Sí se Puede por Tenerife

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