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martes, 1 de julio de 2008

Moisés García: El nuevo Chucho Dorta

El baño ritual de las cabras en la playa del muelle pesquero del Puerto de la Cruz constituye toda una atracción de profundo calado etnográfico que sirve, también, de motivo de reflexión sobre la pervivencia y futuro del pastoreo y de la ganadería en las Islas. Moisés García Domínguez es cabrero por vocación, proviene de una estirpe de pastores de Benijos de La Orotava, y sigue el oficio de su abuelo y bisabuelo. Desde 2002 baja por estas fechas su rebaño a la ciudad turística para cumplir con la tradición de la inmersión en el mar de su ganado, una costumbre rescatada en el último tercio del siglo pasado por Chucho Dorta "Benahuya". Moisés García resume en una frase la injusticia de unos precios que ahogan su oficio: "Un cabrero tiene que vender un litro de leche para poder beberse un cortado".
García asegura que toda su vida ha querido tener su oficio actual: "Desde pequeño soñé con ser cabrero porque me inspiré en Fidel Dóniz, a quien le acompañaba. Como no era muy buen futbolista, cuando pasaban los rebaños por el polideportivo cercano al camino Siete Fuentes observaba como cuidaba o llamaba por sus nombres a las cabras. Mis abuelos y bisabuelos fueron cabreros en la cumbre, así que este oficio se ha transmitido de generación en generación en mi familia".
Este trabajador del campo se queja de que la sociedad ha marginado, en cierta manera, el oficio de cabrero, aunque comprende las situaciones de rechazo que se producen por la invasión de las cabras en fincas, jardines o solares ajenos durante su trashumancia por las carreteras, caminos y barrancos. "Nuestra profesión es muy sacrificada y poco gratificante", confiesa.
"En 1989 empecé con un rebaño, con la salvedad de que carecía de permisos sanitarios, pero tras una pausa, retomé el trabajo en 2002 con unas 15 cabras, que he mantenido hasta ahora, aunque mantenerlas representa dedicación y mucho esfuerzo. A modo de ejemplo, decir que 1.000 kilos de forraje cuestan unos 50 euros. Con ese dinero cualquiera compra leche y yogures para llenar la despensa", lamenta.
A su juicio, "el problema de nuestra subsistencia reside en que nadie pregunta por la leche de cabra, su mantenimiento es bastante caro y el precio que se paga en origen es de 50 céntimos, cuando por un cortado despachado en una cafetería te cobran hasta un euro. Además, tiene que competir con la leche subvencionada de importación, y no podemos competir. Celebraciones como el baño ritual de las cabras nos reportan ciertos ingresos, que provienen de las voluntad de los espectadores que acuden al muelle. Esto sólo ocurre una vez al año, y el resto nos preguntamos cómo vivimos".
"Si vamos a cualquier bar un cortado vale, como mínimo, 70 céntimos -insiste-. Con esos precios ya me dirán cómo salimos adelante".
"Todo el vanguardismo sepulta las tradiciones -asegura-, porque ahora impera la moda de las tecnologías y todo el mundo quiere ser astronauta o informático. Son profesiones muy interesantes, pero no debemos perder de vista que hay que cuidar el recurso de la ganadería. No todos podemos ser informáticos o campeones del mundo de automovilismo. Todos queremos ser corredores de fórmula uno, pero sólo puede haber un campeón del mundo. Debemos defender nuestra identidad y tradiciones y ser más diversos".
El cabrero tinerfeño señala que "la leche subvencionada es más barata que la procedente de la cabra. Si nos falla la leche subsidiada, nos echamos a llorar, porque no sabemos ordeñar ni buscar la hierba, porque tener una cabra crea rechazo social por las molestias que ocasiona. Y lo cierto es que la cabra es un animal que se le podría venerar como algo religioso".
García defiende la frescura de la alimentación frente a los enlatados: "Si bien hemos de agradecer los productos deshidratados, no tienen la virtud de lo fresco". Considera que no hay que tener tanto apego a las subvenciones y ocuparse del desarrollo de una economía de autoabastecimiento, "en la medida de lo posible".
En 1991 asistió al baño ritual de las cabras, con un rebaño procedente de Los Silos, y conoció al folclorista Chucho Dorta. El pasado martes bajó con su rebaño de cabras al Puerto de la Cruz para seguir su ejemplo, pero tuvo que acampar en el trayecto. Otros pastores trajeron el ganado en furgones. En su opinión, esta concentración caprina tiene por finalidad crear conciencia sobre el sector ganadero, dar a conocer esta cultura a la gente. "Un perro es un animal de compañía -explica-, pero si criamos una cabra en una casa o en un piso está muy mal visto, se considera algo extraño. Las cabras forman parte de nuestro entorno, nos dan leche y su carne, pero también, compañía".

Fuente: El Día

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