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sábado, 26 de junio de 2010

Las cabras tiraron pa' la playa

Tras la resaca de las hogueras, el día de San Juan recibió en Puerto de la Cruz a los cabreros de la comarca del Valle de La Orotava. Los pastores se acercaron con sus rebaños hasta la orilla del muelle para cumplir como cada año con una tradición ancestral aborigen. Los turistas y visitantes se asomaron a los balcones sorprendidos al ver las más de 900 cabras que durante unas horas ocuparon las céntricas calles de la ciudad.
Con la llegada del verano, el ganado es purificado con un baño. Los más veteranos aseguran que además este ritual propicia el apareamiento de los animales. Esta tradición que recuperó en la década de 1990 el popular Chucho Dorta resiste al paso del tiempo.
Con el aroma en el ambiente de los últimos resquicios de las cenizas de las hogueras y fogatas de la noche de San Juan, llegaron los rebaños de las montañas del alto de La Orotava para purificarse en las aguas portuenses. Esta tradición se remonta a la época de los aborígenes, quienes realizaban este ritual convencidos de los beneficios que aportaba al ganado.
Desde primeras horas de la mañana, el muelle pesquero de Puerto de la Cruz se convirtió en una especie de feria de ganado. Cerca de un millar de cabras se convirtieron con ovejas y caballos en el centro de todas las miradas de los cientos de turistas y vecinos que allí se congregaron para ver el anual baño de purificación.
Con la llegada del solsticio de verano, "la cabra, en lugar de tirar pa´l monte tira pa´ la playa", comentó alegre uno de los cabreros más madrugadores. Los animales se mostraron reacios a la hora de introducirse en el mar, aún así, los pastores pusieron todo su empeño y lograron por fin darles el esperado baño que los purgará hasta el próximo año.
El balido de los baifos retumbó por toda la playa. El sonido recordaba al de los bebés que rechazan los primeros baños. Pero los pastores, armados de paciencia, cogieron a las bestias por los cuernos y los empujaron hasta la orilla. "Cuesta meterlos en el agua pero el baño los purifica y además es bueno para el apareamiento", comentó Paulo Bello, cabrero desde hace ocho años. Bello explicó entusiasmado que "la cabra siempre da y con un rebaño nunca se pasa hambre".
Unos veinte pastores llegaron hasta el muelle de Puerto de la Cruz procedentes de Benijos, la Perdoma, San Antonio y San Nicolás. Los cabreros lucieron sus rebaños orgullosos y los más jóvenes demostraron sus dotes de pastoreo con gran alegría.
El joven Dailo Farrais se ha convertido en todo un pastor. Tiene 25 años. "Llevo cuidando de las cabras desde pequeño, esto hay que aprenderlo desde niño", comentó, mientras ordeñaba con agilidad a una de las 60 cabras que tiene en su rebaño en La Perdoma. Farrais no se lo pensó dos veces y aprovechó la ocasión para vender la leche recién sacada de las ubres de las cabras. Muchos de los que se acercaron para ver las labores del ordeño se animaron a comprar varias garrafas de leche fresca. "Hoy me voy contenta, me alegra ver cómo estas tradiciones ancestrales perduran a lo largo del tiempo", afirmó Natividad, una vecina de la localidad.
La mayoría de los asistentes estaban contentos por ver cómo otro año más la tradición aborigen que recuperó en los años 90 Chucho Dorta Benahuya, sigue perviviendo al paso del tiempo.
Los más veteranos echaron, sin embargo, en falta echaron en falta el sonido procedente del bucio que solía tocar Chucho para alertar a la gente de la presencia de los animales y convocar a los vecinos. Dorta solía ir con su rebaño hasta la playa y desde los muros del muelle, a una altura de cinco metros, lanzaba a las cabras asustadas por el mar. Si alguna moría, según Dorta, es que era su destino. Muchos de sus compañeros lo recuerdan con nostalgia, entre ellos Pablo Andrés González, que otro año más le dedicó su particular homenaje y arrojó al mar un colorido ramo de flores en su honor. "Siempre le honro, me acuerdo mucho de él y me entristece que pueda caer en el olvido", explicó.
Con los animales purificados, los cabreros regresarán hoy a la montaña con la esperanza de que tras el baño, sus reses se hayan apareado y puedan tener para Navidad crías en el rebaño.

[Fuente: La Opinión de Tenerife]

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