El sonido del bucio o la caracola forma parte del acervo cultural de las Islas desde la época prehispánica hasta nuestros días, dado que se conserva su uso en colegios y en acontecimientos socioculturales y festivos. Ese instrumento musical ha servido de medio de comunicación en los ámbitos rurales y marinos y se le podría comparar al teléfono móvil de la época cuando ni por asomo, hace un siglo, se pensaba en lo que depararían la aparición y expansión de las nuevas tecnologías de la sociedad de la información. El artesano y etnógrafo Ricardo González, de San Juan de la Rambla, trabaja desde hace más de un año en el rescate del bucio, cuyo resonar protagonizó la entrada del solsticio de verano y las hogueras desde la cueva del Mazapé hasta el litoral de San Juan de la Rambla, el pasado año, y que se repetirá en 2010.
Usos diversos
Ricardo González explica que el término bucio procede del idioma portugués. También se le conoce como caracola. El bucio es el caparazón de un molusco que puede medir hasta 70 centímetros de talla, que habita en las rocas del litoral, hasta 10 metros de profundidad. El bucio es citado por muchos historiadores y escritores canarios como Rafael Arozarena. En una de sus obras escribe que "el ambiente se llena de humo y antorchas, suena lejos el bucio que sopla el señor Jacobo".
Desde el punto de vista etnográfico, las utilidades que ha tenido en la historia de Canarias han sido relevante, ya que los primeros pobladores de las Islas los tenían como un elemento básico de comunicación entre los barrancos y las laderas, en la escarpada geografía insular, al igual que el silbo gomero. González agrega que "el bucio se ha empleado como un instrumento disuasorio de plagas, como la de la langosta. Mi madre me contaba que cuando se expandió la plaga de la langosta, en la Cueva del Viento se sacaban los bucios para espantar a estos insectos, a lo que unían el tañido de cacharros y con las tapas de los calderos".
En San Juan de la Rambla, Los Realejos y Garachico se empleaba el bucio para marcar el comienzo y el final de la jornada laboral en el campo, así como los períodos de descanso para almorzar. En Icod se utilizaba para comunicar la muerte de un burro, concretamente, de noche y sobre una loma, y se repartía el jumento en plan jocoso entre los vecinos. Asimismo, servía como medio para advertir una situación de emergencia, ya fuera un incendio forestal, ya fuera un accidente considerable, o para despertar a los jóvenes para la recolección de la pinocha en el monte. Funcionaba como una especie de despertador. También, como curiosidad, servía para difundindir o dejar en evidencia infidelidades conyugales. "Un tío mío me contaba que cuando se encontraba un enjambre de abejas - añade - o una colmena en la casa de un vecino se recurría al bucio para dar cuenta de esa incidencia y localizar al colmenero. Para situarlo se utilizaba una sábana blanca para acudir a desmontar el enjambre construido por las abejas. Colgaba la sábana y seguidamente tocaba el bucio".
[Fuente: El Día]