No ha sido fácil, pero tras casi año y medio de esfuerzos, de reuniones, de recogida de miles de firmas a pie de calle, de presentación de alegaciones, de limpiezas de playas y fondos marinos, de entrevistas con representantes de las administraciones públicas (Ayuntamiento, Cabildo, Gobierno de Canarias), de artículos de prensa y programas de radio, de mesas redondas y debates, los ciudadanos y las ciudadanas de Tacoronte hemos conseguido frenar un proyecto disparatado: el puerto deportivo de Guayonge.
Ciertamente, este proceso ha requerido un trabajo arduo, un sacrificio de tiempo, una importante inversión de energía personal pero, finalmente, ha valido la pena.
Teníamos que intentarlo. Era nuestra obligación. Necesitábamos evitar que se destruyese irreversiblemente parte de un espacio natural protegido excelso, un bien de interés cultural de primera categoría, unos ecosistemas terrestres y marinos de extraordinario valor, un paisaje majestuoso, una naturaleza indómita que no podía ser mancillada por una infraestructura a todas luces impactante e innecesaria, que sólo iba a beneficiar a unos pocos especuladores, a costa de enajenar el patrimonio de todo un pueblo, hipotecando con ello nuestro futuro.
La Plataforma Tacorontesemueve, organización ciudadana constituida a raíz de conocerse públicamente el proyecto presentado por el empresario José Ana Pérez Labajos, no ha cejado ni un minuto en una actividad meticulosa, seria y comprometida, a veces febril, teniendo que enfrentarse a una propaganda pagada que, en reiteradas ocasiones, llenaba páginas enteras de los periódicos tratando de convencer a la opinión pública de que la construcción del puerto deportivo iba a ser la auténtica panacea para reactivar la estancada economía del municipio y de la comarca.
Fue necesario buscar información técnica, científica y jurídica, a veces dispersa, y someterla al correspondiente análisis y verificación. Fue preciso debatir muchos aspectos del proyecto y ponderar las repercusiones ecológicas, económicas y sociales del mismo sobre el entorno. Fue, sin duda, una ingente lucha contrarreloj que, poco a poco, fue dando sus frutos gracias a la generosa y altruista colaboración de muchas, muchísimas personas que fueron implicándose y organizándose para oponerse a que se perpetrase un grave atentado –otro más- contra el territorio y el interés general.
Finalmente, la Administración ha desestimado el proyecto, archivando definitivamente el expediente. Todo un logro en los tiempos que corren y una prueba palpable de lo que puede conseguirse cuando la sociedad civil decide manifestar su firme rechazo a modelos de desarrollo insostenibles, injustos y antidemocráticos. Ojalá que el ejemplo cunda y se hagan realidad las palabras que, hace años, escribiera el poeta Pedro García Cabrera: “Un día habrá una isla que no sea silencio amordazado”.
Ciertamente, este proceso ha requerido un trabajo arduo, un sacrificio de tiempo, una importante inversión de energía personal pero, finalmente, ha valido la pena.
Teníamos que intentarlo. Era nuestra obligación. Necesitábamos evitar que se destruyese irreversiblemente parte de un espacio natural protegido excelso, un bien de interés cultural de primera categoría, unos ecosistemas terrestres y marinos de extraordinario valor, un paisaje majestuoso, una naturaleza indómita que no podía ser mancillada por una infraestructura a todas luces impactante e innecesaria, que sólo iba a beneficiar a unos pocos especuladores, a costa de enajenar el patrimonio de todo un pueblo, hipotecando con ello nuestro futuro.
La Plataforma Tacorontesemueve, organización ciudadana constituida a raíz de conocerse públicamente el proyecto presentado por el empresario José Ana Pérez Labajos, no ha cejado ni un minuto en una actividad meticulosa, seria y comprometida, a veces febril, teniendo que enfrentarse a una propaganda pagada que, en reiteradas ocasiones, llenaba páginas enteras de los periódicos tratando de convencer a la opinión pública de que la construcción del puerto deportivo iba a ser la auténtica panacea para reactivar la estancada economía del municipio y de la comarca.
Fue necesario buscar información técnica, científica y jurídica, a veces dispersa, y someterla al correspondiente análisis y verificación. Fue preciso debatir muchos aspectos del proyecto y ponderar las repercusiones ecológicas, económicas y sociales del mismo sobre el entorno. Fue, sin duda, una ingente lucha contrarreloj que, poco a poco, fue dando sus frutos gracias a la generosa y altruista colaboración de muchas, muchísimas personas que fueron implicándose y organizándose para oponerse a que se perpetrase un grave atentado –otro más- contra el territorio y el interés general.
Finalmente, la Administración ha desestimado el proyecto, archivando definitivamente el expediente. Todo un logro en los tiempos que corren y una prueba palpable de lo que puede conseguirse cuando la sociedad civil decide manifestar su firme rechazo a modelos de desarrollo insostenibles, injustos y antidemocráticos. Ojalá que el ejemplo cunda y se hagan realidad las palabras que, hace años, escribiera el poeta Pedro García Cabrera: “Un día habrá una isla que no sea silencio amordazado”.
José García Casanova
Concejal de Alternativa Sí Se Puede en el Ayto. de Tacoronte
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