La última noche en Cho Vito fue larga. Muy larga. La casa de Tomás González, portavoz de los afectados por la demolición de 21casas (ya son ocho las que se salvarán) de este poblado de Candelaria, fue el centro neurálgico de la actividad junto con la plaza, lugar donde se tomaron decisiones para evitar que Cho Vito cumpliera su condena de muerte. A última hora de ayer, 16 casas ya habían sido demolidas y cinco inutilizadas, pendientes de tirar hoy.
No eran las 22:00 horas del lunes y ya efectivos de la Guardia Civil controlaban la entrada a Las Caletillas. Ya por la tarde había corrido como la pólvora la convocatoria de una concentración a la entrada del poblado prevista para las 6:00 horas y convocada por el PP.
Durante esa madrugada consiguen "colarse" en el poblado amigos y gentes de otros rincones de Tenerife afectados también por la Ley de Costas u otros procedimientos judiciales, caso de los alemanes del Valle de Las Huertas.
Asamblea.- A las 2:00 horas, residentes y visitantes se congregan en la plaza de Cho Vito con el fin de trazar su estrategia para repeler la "invasión" de las palas. La presencia de la Guardia Civil en la entrada de Las Caletillas les hace temer una intervención con nocturnidad y alevosía. Para entonces, los visitantes ya están distribuidos por las casas de Cho Vito, incluída la colaboradora gráfica de este periódico Desirée Martín, acogida en la vivienda de Marta y Olga. A disposición de todos se pone la casa, la comida y hasta la cama. Es la última noche. No hay sueño, sino nervios y rabia.
Todos coinciden en poner resistencia. Hasta seis hombres se ofrecen a inmolarse en "puntos fuertes" de Cho Vito que saben que no serán pasto de la pala, caso de una cueva con puertas y casas no afectadas por la demolición. A las 3:00 horas, los mayores se retiran a coger fuerzas y son los varones de unos 40 años quienes deciden quedarse a defender el poblado.
El temor a la llegada de la pala ya se había diluido a las 5:30 horas. Pierde fuerza el planteamiento de aquellos que apuestan por una resistencia agresiva, aunque todavía dos vecinos defienden quemarse "a lo bonzo". La mayoría se decanta por una resistencia pasiva: que la Guardia Civil tenga que cargarlos para sacarlos de sus viviendas. Otros prefieren no protagonizar ningún altercado para escenificar el desalojo. Algunos proponen recibir al personal de Costas y hasta a la Guardia Civil ofreciéndoles un desayuno.
Decepción con el pueblo
Los vecinos de las 23 viviendas afectadas por la demolición se afanan en almacenar sus enseres y electrodomésticos en el interior de las casas que no se van a tirar.
Poco después de las 6:00 horas, ya de mañana, Cho Vito sigue a oscuras. La tensión ha mermado el ímpetu de los afectados, que no ocultan su malestar por la falta de solidaridad tanto del pueblo de Candelaria como de otros rincones de la Isla. Pensaban estar respaldados por centenares de personas y quedaron defraudados. Hubo más guardias que vecinos.
La falta de respaldo vecinal hizo que se cuestionaran de qué valía que llegaran a ser apaleados cuando no tenían respaldo popular y se iban a tirar sus viviendas.
No amaneció en Cho Vito
Aún sin salir el sol, unas sombras comenzaron a proyectarse sobre el poblado. En minutos, las sombras se transforman en agentes de la Benemérita perfectamente pertrechados con casco antidisturbios y porra. Destaca la presencia de una unidad de intervención llegada ex profeso de Sevilla.
Voz en grito, uno de ellos dijo: "Quedan seis minutos para que abandonen las casas los que no son de aquí". Aquellos que deciden mantenerse para cumplir con el ejercicio de la profesión son increpados por algún "madelman". "Los que sean vecinos, que se queden y el que no, que salga fuera". Era una particular cuenta atrás a lo que estaba por venir.
Los residentes son arrinconados en la plaza de Cho Vito. Para entonces, ya ha salido el sol, pero en ese momento la Guardia Civil ha tomado todas las entradas al poblado marinero.
Una de las tímidas muestras de apoyo llegó por mar. Una embarcación que había partido del puerto de Tabaiba llega al litoral de Cho Vito para solidarizarse con sus moradores. Rápidamente hizo acto de presencia una patrullera de la Guardia Civil para disuadirla. Y es que el operativo de la Benemérita fue por tierra, mar y aire, como dijera una vecina cuando vio sobrevolar un helicóptero de la Guardia Civil por la zona.
Después de las 8:00 horas de ayer apareció la pala. Antes de que bajara por el escarpado terreno, los guardias proceden a los primeros desalojos. Los vecinos se decantan por la resistencia pasiva. Así, los guardias se tienen que emplear a fondo para cargar a pulso a aquellos que tuvieron que ser desalojados. Mientras, el personal de la Demarcación de Costas procede a rubricar en la fachada la sentencia de muerte de las 23 viviendas afectadas. DP 19. La casa de Ángeles era la primera que estaba prevista demoler. Pero no fue así. La pala tuvo que sortear la "tela de araña" de los cables de suministro eléctrico, que fue interrumpido. No sería el único obstáculo. Luego fue el agua. Pasó la pala y rompió la cañería que estuvo "sangrando", o "llorando", como premonición de lo que estaba por venir.
Ya subsanados estos obstáculos técnicos, la Guardia Civil entra a saco. Tira abajo las puertas de las casas para dejar expedito el paso al personal de Costas, peones que parecen ser trabajadores de una empresa de mudanzas, que proceden a almacenar en la plaza de Cho Vito desde colchones a muebles de cochina, puertas, ventanas y hasta una pecera.
A las 10:28 horas, la pala mordió la casa de Rafael, la segunda que se encontraba a la izquierda de la bajada de la escalera principal. También los peldaños pasaron a mejor vida. Los guardias sacan en volandas a otros jóvenes que se re-sisten, entre los vítores de los pocos vecinos que quedan. Luego vino la vivienda de Ángeles, la de Tío Pa-cho -tan rebelde que los guardias se emplearon a fondo para romper la puerta trasera-, hasta llegar a la casa de Cho Víctor, que da nombre al poblado. Tras esta incursión por la parte alta, la pala da la vuelta para rematar su faena por la playa.
Uno de los momentos más simbólicos de la "muerte" de Cho Vito se produce cuando unos vecinos intentan romper el cristal de la Virgen del Carmen que estaba incrustada en una hornacina. El teniente de la Guardia Civil allí presente ordena a los efectivos que se encargaran de retirarla. Parecía que le arrancaban el corazón al poblado.
Mientras Montse llora en una azotea de las pocas casas que continúan en pie, otros salen con dos bolsas plásticas. "Aquí llevo 33 años de mi vida. Me echan, no me voy", se lamentan. Y eso, sin obviar los calificativos más lindos que dirigen los afectados al alcalde, José Gumersindo García, "quien nos vendió como hizo Judas".
"Ésta es la democracia. Tiran la casa de los pobres pero no la de los ricos. Ahí están los hoteles y el chalet de Antonio Plasencia, el dueño de Candelaria, que invade la playa pero no se atreven con él", reprochan. No sólo no se libran de los reproches los políticos y periodistas, sino la misma jueza, quien "se leyó en hora y media 1.600 folios para decretar el lunes la demolición del poblado", dice un locutor cuya vocación frustrada parece alimentar la cizaña contra Guardia Civil, periodistas profesionales y hasta el alcalde. Así, en un momento de tensión echa mano a su móvil y se pone en contacto con Sindo -como llamó al alcalde- para desafiarlo a venir. "Lo digo como vecino y no como periodista". Los derribos continuarán hoy. Al final, se impone la ley.
Los políticos, como aves de rapiña
Hasta la playa de Cho Vito, un terreno de titularidad pública en su mayoría, se trasladaron ayer concejales de la oposición, remedando lo que había hecho el día de la suspensión cautelar de la demolición el propio alcalde, José Gumersindo García Trujillo. El "primer espada" del ayuntamiento, como lo definió un locutor que promovía la revolución vecinal, acudió el viernes a dar la cara. Ayer, José Fernando Gómez, del PP, fue el primero en personarse en el lugar de la demolición para actuar de plañidera con cuantos iban desfilando según salían con lágrimas en los ojos y los últimos enseres, ordenadores o ropa que rescataron del interior de las casas a las que nunca más volverán. Cuando ya estaba en marcha la demolición, llegaron los ediles de CC Pedro Méndez y María Cira Medina, ésta última esposa de un mando de la Guardia Civil que se encontraba en el lugar, además de hermana de Efraín Medina, de quien se desconoce si llamó a sus compañeros de partido para dar instrucciones de que fueran al sitio. Tanto nacionalistas como populares estuvieron en la primera fila, como si fueran ajenos a un expediente que se tramitó por ocupación del terreno público en época, precisamente, del mandato de ambos.
Fuente: El DíaVer vídeo de noticias Tele 5Escuchar la crónica en directo de Radio PimientaVer la galería de imágenes de Arriba l@s que luchanVer la galería de imágenes de la R.D. San Borondón