¡Chacho! Justo ahora que tenía pensado pedir la nacionalidad española van y ponen una redacción de 6º de EGB como letra del himno. No se lo cree nadie, ni siquiera el español más recalcitrante. Eso es lo peor, que no se lo creen ni ellos. El sondeo que han hecho las radios y las televisiones ha sido desolador. Desolador para los más ultras y un vacilón para el resto de ciudadanos y tertulieros. Pena daban algunos sevillanos que se empeñaban en hacerlo gracioso, pero ni eso. Un himno gracioso es extraño. A lo mejor, el error está en pensar que con una canción diferente la gente pudiera comenzar a creerse lo de España. Pero me temo que el problema es de fondo y algo muy serio para algunos. De ahí que solicitar a los chiquillos que hagan una propuesta identitaria al conjunto de los españoles que quedan parezca trivial en exceso. Quizás lo sea la idea misma de España, quizás ya es tarde para practicar la himnosis.
Yo no siento especial gusto por los himnos, las formas no son lo mío. Pero hombre, con las dudas, por no llamarlo descalabro, de la identidad española, plantear un concurso de redacción para un himno es un suicidio. Si me aceptan un consejo amable: esperen. Generen un consenso sobre la idea de España, dejen que se vayan todos los que no desean ser españoles, ilegalicen al PP, confeccionen otro mapa, reescriban su historia, pidan disculpas; en fin, hagan algo, pero no me convoquen una concurso de redacción ¡Faltaba más! ¡Hombre por favor!
La popularidad y querencia de un himno es un hecho fortuito. Contextos y razones incontroladas y absolutamente imprevistas, popularizan melodías y letras que sirven de referente a una comunidad que, con el tiempo, será nacional, social o un club de fútbol. Entonces el himno sonará natural, será de todos, pero sólo entonces. Por eso es mejor no preocuparse por tenerlo, ya saldrá si tiene que salir. Aunque tengan razones para estar nerviosos, no se apuren, no se desesperen, que la identidad de un pueblo no depende de una canción. Si la propuesta identitaria españolista del medievo ha provocado más deserciones que adhesiones, tendrán que inventarse otra, o suavizarla. Claro que tampoco la idea de una España progresista parece resonar en la piel de toro, parece de laboratorio. Simplemente, porque cuando ha tenido visos de existir, la propia españolidad la ha masacrado. Una identidad que ha sido sinónimo de chulería castrense y prepotencia, de desprecio a la diferencia y de curas, de horteras galas de verano en Murcia y de escenas de matrimonio en plena calle, siempre generará disidencias. Cantarle a eso es muy fuerte, y la gastronomía por sí sola no hace más dignos a los pueblos.
Con el himno de Canarias pasa lo mismo: no se lo cree nadie. No lo ha cantado el pueblo en una casualidad histórica. Nuestra canción y nuestro día, simplemente, están por llegar. Mientras, podríamos ensayar con La Marsellesa o con La Internacional. Los de antes, ¡eso sí eran himnos!
Yo no siento especial gusto por los himnos, las formas no son lo mío. Pero hombre, con las dudas, por no llamarlo descalabro, de la identidad española, plantear un concurso de redacción para un himno es un suicidio. Si me aceptan un consejo amable: esperen. Generen un consenso sobre la idea de España, dejen que se vayan todos los que no desean ser españoles, ilegalicen al PP, confeccionen otro mapa, reescriban su historia, pidan disculpas; en fin, hagan algo, pero no me convoquen una concurso de redacción ¡Faltaba más! ¡Hombre por favor!
La popularidad y querencia de un himno es un hecho fortuito. Contextos y razones incontroladas y absolutamente imprevistas, popularizan melodías y letras que sirven de referente a una comunidad que, con el tiempo, será nacional, social o un club de fútbol. Entonces el himno sonará natural, será de todos, pero sólo entonces. Por eso es mejor no preocuparse por tenerlo, ya saldrá si tiene que salir. Aunque tengan razones para estar nerviosos, no se apuren, no se desesperen, que la identidad de un pueblo no depende de una canción. Si la propuesta identitaria españolista del medievo ha provocado más deserciones que adhesiones, tendrán que inventarse otra, o suavizarla. Claro que tampoco la idea de una España progresista parece resonar en la piel de toro, parece de laboratorio. Simplemente, porque cuando ha tenido visos de existir, la propia españolidad la ha masacrado. Una identidad que ha sido sinónimo de chulería castrense y prepotencia, de desprecio a la diferencia y de curas, de horteras galas de verano en Murcia y de escenas de matrimonio en plena calle, siempre generará disidencias. Cantarle a eso es muy fuerte, y la gastronomía por sí sola no hace más dignos a los pueblos.
Con el himno de Canarias pasa lo mismo: no se lo cree nadie. No lo ha cantado el pueblo en una casualidad histórica. Nuestra canción y nuestro día, simplemente, están por llegar. Mientras, podríamos ensayar con La Marsellesa o con La Internacional. Los de antes, ¡eso sí eran himnos!
Francisco Déniz Ramírez
Miembro de Alternativa Sí Se Puede Por Tenerife
Miembro de Alternativa Sí Se Puede Por Tenerife
No hay comentarios:
Publicar un comentario