Ignacio Reyes García (Santa Cruz de Tenerife, 1962), doctor en Filología y licenciado en Historia, presenta mañana, lunes, en la sede chicharrera del Círculo de Amistad XII de Enero, a partir de las 20:00 horas, el Diccionario insuloamaziq, fruto de toda una vida de investigación de la lengua prehispánica de Canarias. Con algo más de 2.400 voces tomadas de fuentes escritas y orales, este compendio desarrolla un prolijo estudio tanto histórico como etimoló- gico que recoge un amplio y variado catálogo del léxico que formó parte de las antiguas hablas amazighes del Archipiélago, la lengua de los primeros isleños.
¿Este diccionario traduce el esfuerzo investigador de toda una vida?
Comencé estos estudios cuando era un chiquillo. Con 12 o 13 años, empecé a frecuentar la Biblioteca Municipal de Santa Cruz. Allí tuve contacto con las fuentes escritas más o menos contemporáneas del proceso de la conquista y con la obra de historiadores de referencia, desde Viera a Rumeu. Pero siempre me produjo una fascinación especial el mundo de las palabras, de la lengua. Este diccionario contiene algunos análisis que incubé en aquellos tiempos iniciales, convenientemente revisados, claro, a la luz de unos conocimientos sobre el conjunto de la lengua que vienen avanzando muy lentamente. Pero el trabajo sistemático en este proyecto lo pongo en marcha hace unos quince años, a través de un estudio parcelado por materias e islas. Un empeño que consumé en sendos libros acerca de las hablas de La Gomera y La Palma, junto a otros dedicados a la zoonimia, la antroponimia, la estructura social o la cosmogonía, que presenté como tesis doctoral en el año 2000. Aunque la redacción definitiva del Diccionario me ha llevado poco más de doce meses, gracias a la generosa ayuda que me han prestado numerosos colaboradores e informantes.
Usted tiene una formación como filósofo, historiador y, por supuesto, filólogo. ¿Le ha ayudado esta "acumulación de saberes"?
La lengua es un producto humano en el sentido más amplio y complejo que se pueda concebir. Sirve tanto al pensamiento como a la comunicación, pero en ambos casos hablamos de socialización, de una experiencia social atravesada por el devenir histórico. A mi juicio, carece de importancia un análisis molecular, un estudio de las piezas, si no sirve para componer explicaciones integrales. Cualquier estudio lingüístico está obligado a ser panorámico, pero yo no pretendo saber de todo. En este proyecto, he tenido la inmensa fortuna de contar con la valiosa colaboración de especialistas en geografía, botánica, arqueología, etnografía y otros tantos profesionales en diversas disciplinas, junto a los ayudantes de campo que, en todas las islas, han recabado materiales extraordinarios de la tradición oral.
La guanche, si se la puede denominar así, ¿es una lengua definitivamente muerta?
Las antiguas hablas de Canarias no conformaron nunca una lengua específica. Compartían la misma identidad idiomática, la tamazight o bereber, que sigue viva en el norte de África desde el Atlántico hasta el oasis de Siwa, hoy tras la frontera de Egipto. En este sentido, no ha muerto como lengua, pero aquellas variedades insulares desaparecieron hace muchos siglos, pues bastan unas cuatro generaciones para que se abandone un idioma, en especial cuando se somete a sus hablantes a una presión social tan fuerte como la que introdujo la colonización europea en el siglo XV.
¿Cómo resumiría el Diccionario en cuanto a contenido y continente?
Las 647 páginas del Diccionario albergan algo más de 2.400 entradas, entre voces y frases. Principia con las lógicas secciones destinadas a guiar la lectura de un material siempre complejo para un lector medio. Y se ordena en dos bloques principales. De una parte, el diccionario propiamente dicho, con asientos lexicográficos que reúnen la enunciación básica de la voz correspondiente, las referencias documentales y/u orales que acreditan su uso, junto a la hipótesis explicativa de su etimología, objeto principal de la obra. Este último epígrafe se presenta con el lexema, raíz o base de significación, que sirve además como clave para bucear en la segunda gran división del trabajo: el vocabulario dialectal amaziq (o bereber), donde se exponen los paralelos continentales que prueban la congruencia de los significados isleños dentro de un campo semántico determinado.
¿Ha apreciado diferencias geográficas en el habla entre islas y dentro de cada una de ellas?Por supuesto. Las pruebas señalan que cada una de las antiguas hablas isleñas estaba integrada por, cuando menos, dos flujos dialectales. Uno, que hoy se denomina meridional o tuareg, estaba presente en todo el Archipiélago de forma abrumadora. El otro influjo, que designamos como septentrional, presenta ingredientes más diversos y con una presencia desigual, aunque las hablas del Marruecos Central y de la Cabilia argelina aportaron un caudal muy relevante. Pero es fácil suponer que esta dialectización original, esta convivencia insular de ambos flujos durante unos mil quinientos o dos mil años, tuvo que generar una dialectización específica. Pero todavía deben progresar las investigaciones para ceñir algo mejor estos procesos y características.
¿Cree que su obra le interesará a los jóvenes canarios?
Cuando se le da ocasión, la juventud isleña responde con gran interés a estos temas relacionados con esa parte de la identidad canaria que vive en estado latente en nuestra sociedad. Una sociedad que ofrece muchos estímulos interesantes, pero que a menudo dejan también cierta sensación de vacío una vez que han sido consumidos. En este diccionario, el lector de cualquier edad, porque el desconocimiento de la historia insular no respeta fronteras generacionales, encontrará la propia voz de un pueblo milenario, unos ancestros directos que pensaron el tiempo y su vida desde aquí, aunque con ideas y conocimientos adquiridos por la humanidad antes incluso del florecimiento de alguna de las grandes culturas mediterráneas.
¿Qué le parece que presente el diccionario el exrector José Gómez Soliño?
Es un honor y un privilegio que un colega tan acreditado haya aceptado presentar esta obra. Siendo catedrático de Filología Inglesa, también imparte docencia sobre lenguas y culturas africanas y, además, dirige el Centro de Estudios Africanos de la Universidad de La Laguna. Pero, de alguna manera, ya es reincidente, porque el profesor Gómez Soliño ha tenido la amabilidad de invitarme en dos ocasiones a cambiar impresiones con sus alumnos sobre las antiguas hablas isleñas. Por tanto, es de los pocos integrantes del mundo académico canario que conoce y valora este trabajo.
¿Tiene algo que decirle a la Academia Canaria de la Lengua?
Con no poco sacrificio personal y familiar, he podido sacar adelante estas investigaciones sin depender de ninguna institución. Soy un profesional independiente, solo preocupado por hacer prosperar estos estudios. En esa singladura me tienen a su disposición colegas y organismos científicos.
¿Hay mucho advenedizo en este mundo de la filología y, en general, de la cultura prehispánica?
Hay algunas personas muy interesadas, muchas de ellas bienintencionadas, pero sin la formación adecuada. A menudo, se piensa que con ir de vacaciones al Atlas, matricularse en un curso de tamazight o comprarse un diccionario (o diez) uno queda tocado por la gracia y todas sus ocurrencias adquieren la categoría de resultados incontrovertibles. Claro que también existe la creencia, muy arraigada incluso en territorios académicos, de que basta con ser nativo de la lengua para estar en situación de ofrecer análisis solventes sobre las antiguas hablas isleñas. Sin embargo, el mal posee raíces más profundas, relacionadas con el descrédito social de cierta actividad académica, que no sin abusar del lenguaje cabría calificar de científica, y la exagerada politización que rodea el estudio de la Historia Antigua de Canarias.
¿Qué opina de la Cueva de las Mil Momias?
Hasta donde conocemos, la Cueva de las Mil Momias, una necrópolis, fue concebida sin embargo como un lugar de tránsito hacia planos trascendentes; es decir, con un contenido sagrado muy específico. Un lugar donde el conocimiento de la muerte franqueaba el acceso a una nueva consciencia. Por tanto, no hablamos de un cementerio cualquiera. Bajo estas características, pienso que la ciencia está obligada a actuar con el máximo respeto y escrupulosidad. No cabe, a mi juicio, practicar ninguna intervención que represente la más mínima agresión a ese patrimonio de tan alto valor simbólico. Y no digamos nada de lo que podría suponer la exhibición de esos restos humanos o su venalización por cualquier medio. Aunque no es menos cierto que todavía tienen que encontrarla.
[Fuente: El Día]
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